Esta es la primera vez que escribo con la dinámica de un blog de moda propiamente dicho.
No había vuelto a Arequipa desde hace un año y fue mi familia la que me visitó en Lima todo ese tiempo, incluidas las fiestas de fin de año.
Fue mi turno de visitar a mi madre y mis hermanas.
Uno de los días que más me gusta en Semana Santa, es el viernes.
En casa reina siempre un aire apacible, el olor a los postres tradicionales que prepara mi madre, la mañana era luminosa y templada. Dado que la noche anterior había salido a recorrer la ciudad con algunos amigos, me levante bastante tarde y mi familia ya había desayunado.
Entonces decidí tomar conmigo mi cámara, me alisté a toda prisa y me fui a desayunar en el mercado de San Camilo.
Ese es uno de los lugares que prefiero en la ciudad para disfrutar de un buen jugo, sanguches o incluso un buen kankacho de cordero.
Me tome un jugo de papaya arequipeña, una de mis frutas favoritas y lo acompañe con un buen sanguche de pierna mechada de cerdo, la explosión de colores que me rodeaba me alegraba el alma.
No pude irme del lugar sin aprovechar para beber un buen vaso de chicha de jora, bien madura y dulce como me gusta, helada por supuesto. La casera de las chichas me recibió como siempre, feliz, y poso de buena gana para mi cámara, un refrescante y nutritivo vaso de chicha que cuesta tan solo un sol.
Pasear por los mercados arequipeños en días de fiesta, me transporta a mi infancia, ya que todo transcurre igual. A veces pienso que Arequipa existe protegida dentro de una burbuja de cristal. Allí estaban los puestos ofertando mariscos y pescados, el bacalao seco y el cau cau, para preparar el chupe de viernes, los quesos por doquier. Tan solo faltaban las machas rojas, mi manjar, dado que su pesca esta prohibida desde hace muchos años.
Los cerros de rocotos brillantes y perfectos gritan a los cuatro vientos que este es un mercado arequipeño señores, solo allí puede ser la cosa así.
A dos cuadras del mercado, se encuentra la iglesia de Santo Domingo, en la cual, cada Viernes Santo al promediar el medio día se lleva a cabo un ritual muy especial en el que el Cristo Crucificado, una efigie antiquísima articulada, agacha la cabeza en la cruz a la hora en que murió Jesús, para luego ser retirado y depositado en el Santo Sepulcro.
Pude disfrutar de un fragmento del sermón de las 7 palabras y tomar una foto de la iglesia en la que todas las efigies y altares se encontraban cubiertas con telas en señal de duelo. Un profundo silencio se sentía en el recinto, tan solo la voz del padre y el eco de esta en los abovedados techos resonaban. Todos reflexionaban, solo la virgen con el corazón traspasado por espadas podía ser vista a unos pasos de Jesús.
Luego me dirigí a los patios de los claustros de la compañía. Un lugar que para muchos es tan solo una foto, pero para mi tiene gran significado. Fue ahí en donde comencé a dar mis primeros pasos en la moda, junto a mi madre, que trabajó con la periodista Blanquita Gonzales en la boutique de Carolina ubicada en el segundo patio del claustro.
Blanquita llegó a ser mi amiga con el paso de los años y la primera en aconsejarme y guiarme. Infinidad de tardes he pasado desde mi niñez y luego adolescencia en dichos recintos, tomando café y fumando un cigarro (cuando lo hacía). Esos portales han sido testigos de mis primeros besos, de mi primer amor, de mis éxitos y fracasos, esos patios me han visto nacer como hombre.
Aproveche para tomarme una foto y poder mostrarles así el outfit que lucí aquella tarde. Se trata de un hermoso polo de una nueva marca de indumentaria masculina llamada Zerrá. Los invito a que la sigan en Facebook.
Desde que Christian Zerrá me invitó a su atelier, quedé prendado de los diseños, por lo innovador pero a la vez discreto. En mi opinión ha sabido aportar el toque de diferenciación y estilo sin perder la sobriedad.
El corte del mismo resalta la figura sumado a los detalles de grecas en los hombros honrando la inspiración barroca que tuvo el diseñador oriundo de Cuzco.
Lo acompañe con un short de lino beige, zapatillas blancas y una cruz de plata de la joyería Ilaria.
Mientras paseaba por los patios, llego de pronto el bloguero de moda Stefano Ayubu, que se encontraba de turismo en mi ciudad. Se acerco a saludarme y posamos juntos para una foto de recuerdo que comparto con ustedes.
De vuelta en casa de mamá, disfrutamos de un almuerzo familiar, el chupe de camarones y las mazamorras tradicionales son infaltables.
Por la noche, me vestí de luto riguroso para asistir a la procesión del Santo Sepulcro, mi absoluta favorita.
Aquí les dejo la fotos que tomé de la misma y me despido hasta la próxima, ya que es Sábado y las obligaciones sociales de fin de semana demandan mi presencia.
Un abrazo para todos.